miércoles, 1 de abril de 2015

Villa Traful: El Valle Encantado

Villa Traful:  El Valle Encantado

 

Emplazada en las costas del lago Traful, esta villa nació alrededor de 1937 con el propósito de ofrecer infraestructura turística. Debido a que las propiedades están dentro de un Parque Nacional, hay estrictas disposiciones que los residentes deben cumplir a los efectos de proteger el medio ambiente y preservar el aspecto silvestre de la zona. Objetivo que ha sido logrado, ya que en Traful se respira naturaleza.

Para acceder a la villa hay dos vías. Si transita por la Ruta Nacional Nº 237 (en dirección a
 Bariloche) a la altura de Confluencia (de los ríos Traful y Limay) se debe tomar a la derecha por la Ruta Provincial Nº 65 (de tierra). Se recorre el valle del río Traful y tras unos 35 kilómetros se arriba a la villa.

El otro camino es desde la ruta de los Siete Lagos (RN Nº 234). Si circula por esta ruta de sur a norte (partiendo de Villa La Angostura) a unos 40 kilómetros se observa a la derecha la bifurcación de la Ruta Provincial Nº 65. Por esta ruta, atravesando densos bosques y hermosos paisajes, se llega a Villa Traful tras unos 20 kilómetros. Esta vía de acceso es dificil en invierno, pero es generalmente una buena opción en verano.

Traful es una bella y tranquila villa escasamente poblada (no supera los 500 habitantespermanentes) con casas en piedra y madera desperdigadas por la ladera. Cerca del muelle está el sector de servicios con casa del guardaparque, policía, sala de pimeros auxilios, estación de servicio, correo y varios almacenes.
mapa
La zona, al margen de los grandes flujos turísticos, es uno de los últimos enclaves donde la naturaleza permanece virgen. La villa está inmersa en bellos, frondosos e inalterados bosques nativos que ofrecen el espectáculo de la mágnificencia de los Andes Patagónicos, la que también se observa en la ruta de acceso.
Conocida nacional e internacionalmente por su riqueza ictícola, esta zona ha sido fuerte en pesca debido, entre otras causas, a la siembra de salmón encerrado introducido desde EE.UU. (Salmo salar Sebago). Enero suele ser el mes de mayor afluencia de pescadores, por tanto se recomienda hacer reservas para asegurarse el alojamiento.
Además se pueden realizar caminatas y cabalgatas. Hay hosterías y cabañas de distinto nivel y muy buenos campings organizados o libres para los que prefieren vivir en la naturaleza.


Lago Traful

De 70 kilómetros cuadrados de superficie, este lago se ubica sobre un valle de origen glaciar que corre de este a oeste. Es un lago alargado cuyas costas presentan grandes variaciones: en algunas zonas son acantiladas (entre ellas las del mirador) y a pocos kilómetros se encuentran hermosas playas donde disfrutar las frescas aguas del lago o acampar.
El lago todo está rodeado de imponentes picos, que suelen estar nevados, y frondosos bosques. Las costas presentan innumerables lugares para pesca con la modalidad de fly-casting o también se puede pescar desde embarcaciones.

Roberto Arlt describe así a Villa Traful en un texto que forma parte de unas extrañas aguafuertes patagónicas que escribió durante el año 1934, como cronista del diario El Mundo. 
Siguiendo el curso del Río Limay, se llega hasta la legendaria cuenca del Lago Traful, que fue, en un pasado no muy remoto, el lugar de reunión de las tribus indígenas, especie de Congreso al aire libre. El nombre “Traful” significa “lugar de reunión” en su idioma ya casi desaparecido.
Me propongo descubrir para mis lectores porteños, este “palacio de oro” primitivo que se me antoja algo cósmico, como cuadra al marco de las primitivas Conferencias de la Paz o de la Guerra. Y ustedes dirán si estuve errado.
En un sólido auto de muchos caballos de fuerza capaz de subir una cuesta apuntalada contra la luna, salgo por el camino que conduce al Valle Encantado, un tanto escéptico, porque ese nombre me predispone mal.
A dos leguas de Nahuel Huapí, el camino sube a una altura que produce vértigo, sobre el borde de un anfiteatro de montañas, en cuyo fondo, entre las islas verdes, serpentea el río. Los tonos de color del agua oscilan entre el azul marino pasando por los verdes de sulfato de cobre y los atornasolados del cuello de las palomas. Todos los tintes del acero al templarse se suceden en la superficie de la rápida y rizada sábana de agua. Repuesto del vértigo, sigo la pendiente del camino.
Una legua más allá, tropiezo con el As de Basto, una columna de piedra de sesenta metros de altura, recta, trabajada así por la naturaleza, cuyo terminal una nariguda cabeza de lansquenete con gorra de piedra. El camino alto, tortuoso, estrecho, de manera que el automóvil camina siempre a pocos centímetros del abismo, paraliza de terror, en ciertos momentos, el corazón del visitante, que se olvida del paisaje para pensar en una espantable caída.
Pero uno no se olvida de que puede rodar desde la tremenda altura al fondo del torrente, mitad verde como un sauce, y azul hacia la base de piedra de la montaña, al contemplar el panorama inédito de aquel lugar.
¿Qué es lo que usted quiere imaginar?
¿Qué es lo que quiere imaginar usted, en estos círculos formados por conos de piedra lisa, recubiertos de un tapiz verde y filas largas de pinos y cipreses, entre los cuales, aislados, se yerguen monumentos de piedra volcánica que revisten formas más fantásticas que pudiera crear la imaginación?
Estos cerros están casi todos rematados por castillos medioevales, fortalezas del siglo diez, deformes y espantables, con poternas que son negros agujeros, almenas a las cuales asoman la cabeza tremebundos encapuchados de granito, puentes levadizos bloqueados por canónicos árboles verdes que dejan ver en la celeste porcelana del cielo, el recortado fondo de betún de un maravilloso país embrujo.
¿Qué es lo que quiere soñar o imaginar usted, señor, en el Valle Encantado?
No se quede corto ni tema en pedir. Todo es posible allí.
Nos encontramos en el país del Gran Brujo Negro. O del Dueño de la Vida y de la Muerte. O del Señor de los Encantamientos.
¿Qué es lo que quiere soñar?
Que la bruja de nariz de garfio y mentón de martillo robó a la princesa y la condujo, auxiliada por unos enanos negros y unos perros petrificados, a la corte del Rey de los Señores del Dragón. Pues su sueño no tiene nada de absurdo. Esta allí, dibujado, calado por el viento y el rayo en el Valle Encantado.
¿No le agrada esto, sino ver los encalonamientos de estatuas, un ejército que acorrala en un rincón del valle una manada de elefantes y búfalos auxiliados por formidables perdigueros? Es tan real como lo anterior.
Débil es la vista y la memoria para retener aparejadas ala mente tal diversidad de sucesivas maravillas. Ya es una columna fálica, que levanta a los cielos su simbología primitiva glorificadora del mundo que nace, ya un encapuchado siniestro cuya cabeza de lobo y buey recuerda los encantamientos de las magas perversas de Las mil y una noches. El paisaje es por momentos infructuosamente lunar y extraterrestre como el que se ve a través del cristal de un telescopio. Luego, uno tiene la sensación de que está viviendo y no soñando. Entonces se dice: He salido de la tierra; esta zona no pertenece ya a la geografía de la República Argentina.
Doce kilómetros tiene el Valle Encantado. Serpentea, pero jamás se aminora. Hacia donde uno vuelve la vista, la admiración necesita volcarse en adjetivos. Y todo allì es substancial. Posible. Se comprende la magia y el origen de las leyendas y de las mitologías. La piedra pasa por todos los tonos de iris, se descubren titanes de lava anaranjada, brujas de cartón piedra, podencos de hulla, buzos revestidos de una monumental escafandra, verdosos y grises de algas marinas.
Si no, son series de monumentos megalíticos, bastos de piedra clavados en el suelo como los menhires de la Bretaña, pero agujereados tan copiosamente que se cree estar en presencia de termiteras monstruosas, mientras el agua rápidamente se desliza entre los árboles que dan margaritas de gruesos pétalos de color lila y arbustos y yerbas cuyo tallo solitario y erecto parece guardar embutidas en la vaina transparente, semillas de azafrán.
Doce kilómetros maravillosos; se cierran los ojos para reposar la vista y el entendimiento; pero cuando se abren, nuevamente se tropiezan con crestados domos de piedra, catedrales cuyas agujas se han derretido, castillejos empinados, feroces, con murallas a cuyos pies asoman la cabeza dragones de piedra pómez y cocodrilos de pizarra, mientras arriba en los parapetos, geniales jorobados de piedra asoman la cabeza con un bonete…
En el Valle Encantado usted puede soñar lo que quiere. Cuando mire en redor, descubrirá que su imaginación es pobre junto a las historias mágicas que el tiempo ha cristalizado en la roca.
(El Mundo, 19 de enero de 1934)
Extraído de Roberto Arlt; El valle encantado de Traful en “En el país del viento. Viaje a la Patagonia (1934)”; Ed Simurg, Bs. As., 1997

Las fotos son propias

Fuente:http://www.patagonia.com.ar/Villa+Traful/313_Villa+Traful+%3A+para+vivir+la+naturaleza+a+pleno.html

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