Villa Traful: El Valle Encantado
Emplazada en las costas del lago Traful, esta villa nació alrededor de 1937 con el propósito de ofrecer infraestructura turística. Debido a que las propiedades están dentro de un Parque Nacional, hay estrictas disposiciones que los residentes deben cumplir a los efectos de proteger el medio ambiente y preservar el aspecto silvestre de la zona. Objetivo que ha sido logrado, ya que en Traful se respira naturaleza.
Para acceder a la villa hay dos vías. Si transita por la Ruta Nacional Nº 237 (en dirección a Bariloche) a la altura de Confluencia (de los ríos Traful y Limay) se debe tomar a la derecha por la Ruta Provincial Nº 65 (de tierra). Se recorre el valle del río Traful y tras unos 35 kilómetros se arriba a la villa.
El otro camino es desde la ruta de los Siete Lagos (RN Nº 234). Si circula por esta ruta de sur a norte (partiendo de Villa La Angostura) a unos 40 kilómetros se observa a la derecha la bifurcación de la Ruta Provincial Nº 65. Por esta ruta, atravesando densos bosques y hermosos paisajes, se llega a Villa Traful tras unos 20 kilómetros. Esta vía de acceso es dificil en invierno, pero es generalmente una buena opción en verano.
Traful es una bella y tranquila villa escasamente poblada (no supera los 500 habitantespermanentes) con casas en piedra y madera desperdigadas por la ladera. Cerca del muelle está el sector de servicios con casa del guardaparque, policía, sala de pimeros auxilios, estación de servicio, correo y varios almacenes.
La zona, al margen de los grandes flujos turísticos, es uno de los últimos enclaves donde la naturaleza permanece virgen. La villa está inmersa en bellos, frondosos e inalterados bosques nativos que ofrecen el espectáculo de la mágnificencia de los Andes Patagónicos, la que también se observa en la ruta de acceso.
Conocida nacional e internacionalmente por su riqueza ictícola, esta zona ha sido fuerte en pesca debido, entre otras causas, a la siembra de salmón encerrado introducido desde EE.UU. (Salmo salar Sebago). Enero suele ser el mes de mayor afluencia de pescadores, por tanto se recomienda hacer reservas para asegurarse el alojamiento.
Además se pueden realizar caminatas y cabalgatas. Hay hosterías y cabañas de distinto nivel y muy buenos campings organizados o libres para los que prefieren vivir en la naturaleza.
Para acceder a la villa hay dos vías. Si transita por la Ruta Nacional Nº 237 (en dirección a Bariloche) a la altura de Confluencia (de los ríos Traful y Limay) se debe tomar a la derecha por la Ruta Provincial Nº 65 (de tierra). Se recorre el valle del río Traful y tras unos 35 kilómetros se arriba a la villa.
Lago Traful
De 70 kilómetros cuadrados de superficie, este lago se ubica sobre un valle de origen glaciar que corre de este a oeste. Es un lago alargado cuyas costas presentan grandes variaciones: en algunas zonas son acantiladas (entre ellas las del mirador) y a pocos kilómetros se encuentran hermosas playas donde disfrutar las frescas aguas del lago o acampar.
El lago todo está rodeado de imponentes picos, que suelen estar nevados, y frondosos bosques. Las costas presentan innumerables lugares para pesca con la modalidad de fly-casting o también se puede pescar desde embarcaciones.
Roberto Arlt describe así a Villa Traful en un texto que forma parte de unas extrañas aguafuertes
patagónicas que escribió durante el año 1934, como cronista del diario El
Mundo.
Siguiendo el curso
del Río Limay, se llega hasta la legendaria cuenca del Lago Traful, que fue, en
un pasado no muy remoto, el lugar de reunión de las tribus indígenas, especie
de Congreso al aire libre. El nombre “Traful” significa “lugar de reunión” en
su idioma ya casi desaparecido.
Me propongo
descubrir para mis lectores porteños, este “palacio de oro” primitivo que se me
antoja algo cósmico, como cuadra al marco de las primitivas Conferencias de la
Paz o de la Guerra. Y ustedes dirán si estuve errado.
En un sólido auto
de muchos caballos de fuerza capaz de subir una cuesta apuntalada contra la
luna, salgo por el camino que conduce al Valle Encantado, un tanto escéptico,
porque ese nombre me predispone mal.
A dos leguas de Nahuel
Huapí, el camino sube a una altura que produce vértigo, sobre el borde de un
anfiteatro de montañas, en cuyo fondo, entre las islas verdes, serpentea el
río. Los tonos de color del agua oscilan entre el azul marino pasando por los
verdes de sulfato de cobre y los atornasolados del cuello de las palomas. Todos
los tintes del acero al templarse se suceden en la superficie de la rápida y
rizada sábana de agua. Repuesto del vértigo, sigo la pendiente del camino.
Una legua más allá, tropiezo con el As de Basto, una columna de piedra de
sesenta metros de altura, recta, trabajada así por la naturaleza, cuyo terminal
una nariguda cabeza de lansquenete con gorra de piedra. El camino alto,
tortuoso, estrecho, de manera que el automóvil camina siempre a pocos centímetros
del abismo, paraliza de terror, en ciertos momentos, el corazón del visitante,
que se olvida del paisaje para pensar en una espantable caída.
Pero uno no se
olvida de que puede rodar desde la tremenda altura al fondo del torrente, mitad
verde como un sauce, y azul hacia la base de piedra de la montaña, al
contemplar el panorama inédito de aquel lugar.
¿Qué es lo que
usted quiere imaginar?
¿Qué es lo que quiere imaginar usted, en estos círculos formados por conos de
piedra lisa, recubiertos de un tapiz verde y filas largas de pinos y cipreses,
entre los cuales, aislados, se yerguen monumentos de piedra volcánica que
revisten formas más fantásticas que pudiera crear la imaginación?
Estos cerros están
casi todos rematados por castillos medioevales, fortalezas del siglo diez,
deformes y espantables, con poternas que son negros agujeros, almenas a las
cuales asoman la cabeza tremebundos encapuchados de granito, puentes levadizos
bloqueados por canónicos árboles verdes que dejan ver en la celeste porcelana del
cielo, el recortado fondo de betún de un maravilloso país embrujo.
¿Qué es lo que quiere soñar o imaginar usted, señor, en el Valle Encantado?
No se quede corto
ni tema en pedir. Todo es posible allí.
Nos encontramos en el país del Gran Brujo Negro. O del Dueño de la Vida y de la
Muerte. O del Señor de los Encantamientos.
¿Qué es lo que quiere soñar?
Que la bruja de
nariz de garfio y mentón de martillo robó a la princesa y la condujo, auxiliada
por unos enanos negros y unos perros petrificados, a la corte del Rey de los
Señores del Dragón. Pues su sueño no tiene nada de absurdo. Esta allí,
dibujado, calado por el viento y el rayo en el Valle Encantado.
¿No le agrada esto, sino ver los encalonamientos de estatuas, un ejército que
acorrala en un rincón del valle una manada de elefantes y búfalos auxiliados
por formidables perdigueros? Es tan real como lo anterior.
Débil
es la vista y la memoria para retener aparejadas ala mente tal diversidad de
sucesivas maravillas. Ya es una columna fálica, que levanta a los cielos su
simbología primitiva glorificadora del mundo que nace, ya un encapuchado
siniestro cuya cabeza de lobo y buey recuerda los encantamientos de las magas
perversas de Las mil y una noches. El paisaje es
por momentos infructuosamente lunar y extraterrestre como el que se ve a través
del cristal de un telescopio. Luego, uno tiene la sensación de que está
viviendo y no soñando. Entonces se dice: He salido de la tierra; esta zona no
pertenece ya a la geografía de la República Argentina.
Doce kilómetros
tiene el Valle Encantado. Serpentea, pero jamás se aminora. Hacia donde uno
vuelve la vista, la admiración necesita volcarse en adjetivos. Y todo allì es
substancial. Posible. Se comprende la magia y el origen de las leyendas y de
las mitologías. La piedra pasa por todos los tonos de iris, se descubren
titanes de lava anaranjada, brujas de cartón piedra, podencos de hulla, buzos
revestidos de una monumental escafandra, verdosos y grises de algas marinas.
Si no, son series
de monumentos megalíticos, bastos de piedra clavados en el suelo como los
menhires de la Bretaña, pero agujereados tan copiosamente que se cree estar en
presencia de termiteras monstruosas, mientras el agua rápidamente se desliza
entre los árboles que dan margaritas de gruesos pétalos de color lila y
arbustos y yerbas cuyo tallo solitario y erecto parece guardar embutidas en la
vaina transparente, semillas de azafrán.
Doce kilómetros
maravillosos; se cierran los ojos para reposar la vista y el entendimiento;
pero cuando se abren, nuevamente se tropiezan con crestados domos de piedra,
catedrales cuyas agujas se han derretido, castillejos empinados, feroces, con
murallas a cuyos pies asoman la cabeza dragones de piedra pómez y cocodrilos de
pizarra, mientras arriba en los parapetos, geniales jorobados de piedra asoman
la cabeza con un bonete…
En el Valle
Encantado usted puede soñar lo que quiere. Cuando mire en redor, descubrirá que
su imaginación es pobre junto a las historias mágicas que el tiempo ha
cristalizado en la roca.
(El Mundo, 19 de enero de 1934)
Extraído
de Roberto Arlt; El valle encantado de Traful en
“En el país del viento. Viaje a la Patagonia (1934)”; Ed
Simurg, Bs. As., 1997
Las fotos son propias
Fuente:http://www.patagonia.com.ar/Villa+Traful/313_Villa+Traful+%3A+para+vivir+la+naturaleza+a+pleno.html
Una legua más allá, tropiezo con el As de Basto, una columna de piedra de sesenta metros de altura, recta, trabajada así por la naturaleza, cuyo terminal una nariguda cabeza de lansquenete con gorra de piedra. El camino alto, tortuoso, estrecho, de manera que el automóvil camina siempre a pocos centímetros del abismo, paraliza de terror, en ciertos momentos, el corazón del visitante, que se olvida del paisaje para pensar en una espantable caída.
¿Qué es lo que quiere imaginar usted, en estos círculos formados por conos de piedra lisa, recubiertos de un tapiz verde y filas largas de pinos y cipreses, entre los cuales, aislados, se yerguen monumentos de piedra volcánica que revisten formas más fantásticas que pudiera crear la imaginación?
¿Qué es lo que quiere soñar o imaginar usted, señor, en el Valle Encantado?
Nos encontramos en el país del Gran Brujo Negro. O del Dueño de la Vida y de la Muerte. O del Señor de los Encantamientos.
¿Qué es lo que quiere soñar?
¿No le agrada esto, sino ver los encalonamientos de estatuas, un ejército que acorrala en un rincón del valle una manada de elefantes y búfalos auxiliados por formidables perdigueros? Es tan real como lo anterior.
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