EL PARAÍSO QUEDA EN VILLA QUILA QUINA, NEUQUEN
A orillas del lago
Lácar y a sólo media hora de barco de San Martín de los Andes se encuentra esta
encantadora villa, que esconde entre sus bosques un sinfín de anécdotas
La llegada a Villa Quila Quina, a unos 18 kilómetros de esta ciudad, es lo más parecido a la idea que uno puede tener de un paraíso.
Bañada por las frías
aguas del lago Lácar y en tierras de la comunidad mapuche Curruhuinca, Quila
Quina parece sacada de un cuento para chicos, con playas rodeadas de cipreses
enroscados, bosques susurrantes, una cascada cristalina y tanto despliegue de
naturaleza que hasta se podría terminar añorando el cemento de Buenos Aires y
el carraspeo que hacen los colectivos al
arrancar.
Este paseo es uno de
los más atractivos para hacer desde San Martín de los Andes.
Desde el embarcadero
de la ciudad parten lanchas durante todo el día hacia Quila Quina y el tiempo
de navegación es de 30 minutos.
Al llegar al puerto de
Quila Quina, sobre la izquierda del barco aparece la ladera del cerro Abanico,
que se funde en canaletas volcánicas con el lago, en las mismas aguas en las
que la abuela de Yolanda Curruhuinca -una de las ancianas de la comunidad
Curruhuinca- juró haber visto un pez con cabeza de toro y cuernos de oro.
"Era un torito de agua que peleaba con un toro terrestre", cuentan
que dijo en 1925 quien fue la esposa de Abel Curruhuinca, lonko ( jefe o cabeza
, en mapuche) de la tribu.
Una parte de estas
tierras volvió a manos de la comunidad mapuche cuando a principios de los años
90 se entregaron títulos de propiedad a unas 50 familias que vivían y viven ahí
en forma permanente, y subsisten gracias a la cría de animales, la siembra y la
venta de artesanías.
Mejor a
pie
Tras bajar en el puerto,
que tiene una confitería renovada y una playa en la que se alquilan kayaks, la
mejor opción para recorrer Quila Quina es caminando. Se puede ir por la costa
del lago, parar en las playas y admirar desde ahí la montaña, poblada por
cipreses, robles, pellín, cohíues, radales, maitenes, raulíes y rosa
mosqueta.
Llama la atención la
intensidad que cada color impone sobre las laderas, una verdadera paleta de
gamas que explota con la luz del sol. Pero también sorprende e inquieta el
contraste entre luz y sombras, porque los rayos se filtran intermitentes a
través de las perfumadas cortinas de árboles. Todo eso hace que la caminata se
vuelva por lo menos intrigante.
Cerca del embarcadero
se puede admirar los caserones de verano que fueron levantados en la década del
40, cuando Parques Nacionales cedió esas tierras a las familias porteñas más
poderosas. Los Perez Companc y los Zubizarreta, por ejemplo, se cuentan entre
ellas.
"Nuestra
comunidad perdió estas tierras entre 1940 y 1945 cuando, mediante maniobras no
muy claras, nos llevaron a firmar la cesión definitiva de nuestro
territorio", se lamenta doña Yolanda, en su casa perdida en medio del
bosque, donde curiosamente suena de fondo un tema de los Rolling Stones, en la
radio de algún joven de la comunidad con inquietudes roqueras.
La visita a la casa de
Yolanda es uno de los circuitos que se pueden hacer con un guía mapuche. La
anciana, con su metro y medio y el pelo blanco largo que asoma bajo una gorra
negra, recibe a todo aquel que se interese por historias y leyendas de esta
comunidad.
A la vuelta de esta
visita se puede pasar por la cascada del arroyo Grande, que asoma retorcida
entre rocas enormes y ramas arrastradas hacia abajo por la corriente, una fuente
de agua mineral deliciosa para beber.
Otro circuito posible es el que lleva a
un cañadón de pinturas rupestres y a la cueva del León, refugio de pumas cuando
el viento Puelche arrecia.
En el regreso en barco
a San Martín quizás haya tiempo para recordar otra historia mapuche de boca de
doña Yolanda. Al parecer, existe en el Lácar un animal llamado el Cuerito, un
pedazo de cuero de oveja que flota sin buenas intenciones por el lago.
"Ataca", jura la anciana, y lo dice tan convencida que uno termina creyendo
todo.
Nota: articulado obtenido del diario La Nacion del dia
18/03/07
No hay comentarios:
Publicar un comentario