SAN JUAN Imposible no visitar
La provincia de San Juan ofrece en su territorio la excusa perfecta para hacer fluir grandes dosis de adrenalina. Es un lugar para descubrirlo todo. La aridez forma parte de su naturaleza, como el trato gentil es parte de la idiosincrasia de su gente.
El territorio, alguna vez dominio de los huarpes, esconde pueblos de adobe, minas olvidadas, arqueología y, en flagrante contrapunto, viñedos cordilleranos dignos del primer mundo. En sus casi 90 mil km2 de extensión, es un torbellino de arroyos de aguas cristalinas, tierra de artesanos y culturas indígenas; abruptas montañas, ríos caudalosos y desiertos de arena. Toda una geografía predispuesta a satisfacer una gama de actividades y deportes no convencionales: los soberbios panoramas cordilleranos invitan al andinismo, mountain bike, aladeltismo, expediciones de alta montaña, vuelos panorámicos y, por supuesto, a la pesca. Las torrentosas aguas de sus ríos, diques y gargantas permiten vivir sensaciones extremas: rafting, windsurf y canotaje. Las cabalgatas a caballo o a loma de mula, los safaris fotográficos y las travesías 4x4 brindan el placer de contemplar la irresistible belleza de sus paisajes.
Lo primero que se nota en San Juan es la diferencia climática. Las montañas bloquean la humedad proveniente del Pacífico y, como consecuencia, la provincia tiene el clima más seco de todo el país. Extremadamente seco y saludable, es como un oasis al borde de la cordillera, con cielos diáfanos de día y de noche. Un fenómeno típicamente cuyano, el viento Zonda, provoca el llamado "veranito de San Juan" en pleno invierno, aumentando la temperatura, aunque con ráfagas que llegan a alcanzar los 100 km/h.
La ciudad San Juan, fundada en 1562 por Juan Jufré y Montada y trasladada unos 3 km. al sur, en 1593, a raíz de una gran inundación, se asienta en el Valle de Tulum.
Reconstruida casi totalmente tras la devastación que trajo el terremoto de 1944, hoy es una encrucijada de calles arboladas en medio de un territorio de olivos, viñedos y bodegas. Coqueta y distinguida, San Juan es una especie de gran mirador que ofrece una visión increíble del paisaje montañés. Los edificios bajos y una arquitectura casi ausente de huellas coloniales la distinguen.
También es una ciudad que ofrece un sinfín de paseos:
El restaurado Convento de Santo Domingo y Celda de San Martín, perteneciente a la orden de los dominicos, en cuya parte posterior, se alojó en dos oportunidades este prócer, en una celda cedida por el prior; El Parque Mayo, el más grande pulmón verde de la ciudad. Se puebla de paseantes y amantes de la vida al aire libre que recorren sus caminos ondulantes, al cobijo de una excelente forestación. Alberga instalaciones deportivas, el auditorio Juan Victorica y su teatro al aire libre y un lago artificial, para la práctica de deportes náuticos; El Colegio de Pensionistas de Santa Rosa de Lima, donde nació Fray Justo Santa María de Oro;
La Plaza Laprida, en cuyo centro una escultura de Lucio Correa Morales le rinde homenaje a Narciso Laprida. Merece una especial mención la sombra fresca de sus plátanos, como también las arboledas de paraísos y acacias. Y diversos monumentos erigidos en memoria de importantes figuras como Sarmiento, de la Roza, Laprida, Justo Santa María de Oro, entre otros. Por esta razón, el escritor Arturo Capdevila la llamó Ciudad de las Estatuas.
La Casa Natal de Domingo Faustino Sarmiento, Monumento Histórico Nacional, se ubica en pleno centro de la capital sanjuanina. Hoy funciona allí un Museo Histórico. En 1801, la casa sólo tenía una habitación y un patio. Ya en 1862, se veía tal como se aprecia ahora. De típico estilo colonial, con muros de adobe y tapia, techo de caña y barro sostenido por rollizos de álamo, la casa - museo abre sus puertas para vislumbrar fragmentos de la infancia del prócer. Cuenta con 9 salas de exposición y dos patios en los que pueden verse objetos que supieron ser reflejados por Sarmiento en su biografía. El turista que visite la casa se encontrará con la añosa higuera y el telar donde Paula Albarracín tejía.
La imponente Catedral fue levantada en 1712 por los jesuitas, pero los devastadores terremotos ocurridos en 1894 y 1944 la destruyeron. Fue en 1979 cuando abre sus puertas el nuevo edificio de líneas armónicas. El campanario es una aguja de 51 m. de altura, con un enorme reloj Big-Ben en el que se interpretan villancicos para Navidad y el Himno Nacional en las fechas patrias. Bajo un espléndido techo de madera con dibujos de los indios huarpes, guarda los restos de Fray Justo Santa María de Oro.
Vale la pena recorrer el Museo de Ciencias Naturales. Fundado en 1963 es un viaje al pasado más remoto. Pertenece a la Universidad Nacional de San Juan y son 6 salas y un hall central en las que se exhiben, en forma didáctica, restos fósiles hallados en el Valle de la Luna. Además guarda una valiosa colección de minerales y rocas. El museo funciona en un edificio que pertenecía a la antigua Estación del Ferrocarril Belgrano.
El Museo de Bellas Artes muestra obras de algunos de los grandes artistas argentinos.
Ya fuera de los límites de la capital, se pueden recorrer:
La Laja, pequeña localidad donde se encuentra el Museo Arqueológico, que alberga una interesante colección de piezas de las culturas Huarpe y Ansilta, siendo su exponente más espectacular el cuerpo momificado de un chasqui incaico: la "Momia del Cerro El Toro". Posee además baños termales, cuyas aguas tienen propiedades curativas muy recomendadas.
El Parque Rivadavia, a unos 15 km. de San Juan, dentro de la Quebrada del Zonda, sorprende por su diversidad botánica. Es un paseo habitual para los sanjuaninos que visitan el camping y frecuentan sus piletas públicas. Cuenta con una red de túneles y terrazas cuyo trazado representa el dibujo del escudo de la provincia. Allí mismo se puede visitar la Bodega Cavas del Zonda.
El mito pagano más popular de nuestro país, la Difunta Correa, cuenta la historia de Deolinda Correa. La leyenda se inicia hacia 1840 cuando Deolinda va a la búsqueda, por el desierto, de su marido que había caído prisionero de los unitarios. Lo hizo con su bebé en brazos y poca cosa más; pero el sol y la falta de agua pudieron con su vida. Unos arrieros la encontraron en Vallecitos (a 62 km. de la capital sanjuanina) con el niño prendido del pecho. Allí mismo la enterraron y, desde ese momento, es "patrona de los arrieros". La "Difuntita", como la llamaron, adquirió fama de milagrera. En sus altares, diseminados por las Rutas de todo el país, se apilan botellas de agua y neumáticos. El santuario consta de 13 pequeñas salas y un altar mayor edificado sobre una loma. La gruta guarda la imagen de la Difunda Correa con un vestido rojo y su hijo prendido al pecho, rodeado de velas.
La historia se respira en San José de Jáchal, fundada en
1751 y base de operaciones de Felipe Varela. Es un viejo pueblo cuyos lugareños
aseguran que conserva el estilo original que tenía la ciudad de San Juan antes
del terremoto.
Aún hoy hay centenarias casonas de adobe, rodeadas de viñas y
olivos. En el interior de su iglesia, hay un Cristo hecho en cuero por los
indios.
En sus cercanías se hallan las Termas de Agua Hedionda y Agua Negra.
En toda la zona comienzan a asomar basaltos del suelo que forman cuchillas, que
se cierran sobre el camino, y dan la sensación de un paisaje lunar.
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