sábado, 6 de junio de 2015

CAFAYATE Impresionantes paisajes, ruinas, vinos, serenata, quebradas y caprichos del viento

CAFAYATE Impresionantes paisajes, ruinas, vinos, serenata, quebradas y caprichos del viento



Cafayate es una localidad de los Valles Calchaquíes situada en el sudoeste de la provincia de Salta, norte de la Argentina.


Desde Salta, la ruta 68 nos lleva a Cafayate. Una camino que resulta un paraíso por sí mismo. El viento se encargó de moldear las montañas a su antojo, como si fuesen hojas.


La localidad fue fundada en 1840 por Manuel Fernando de Aramburú, Coronel del Ejército Real, quien ejecutó la voluntad de su madre de ofrecer un santuario en el lugar a la Virgen del Rosario. Luego aumentaría su importancia y se separaría definitivamente de San Carlos al crearse el departamento en 1863.


El pueblo de Cafayate aun conserva las características de su arquitectura colonial, podemos recorrer sus calles y admirar su iglesia, su plaza arbolada y florida y los museos llenos de siglos de historia.


Conocer las calles, casas y sobre todo la gente de Cafayate es una experiencia muy agradable por el movimiento que se genera alrededor del turista. Admirar la incomparable arquitectura de su catedral, la florida plaza principal, el pintoresco molino de piedra, y los museos de vino y arqueológico son paseos que no pueden faltar en ningún itinerario.


Visitar bodegas, degustar vinos, dar una vuelta por las ruinas de los nativos Quilmes y conocer la quebrada de Las Conchas, de hermosos colores, son excursiones imperdibles, mientras se disfruta de las imponentes cascadas del río Colorado y del cerro Santa Teresita.


Las ruinas de Quilmes, como se las conoce popularmente, pertenecieron a los indios calchaquíes, que se ubicaron sobre las laderas de estas sierras y sobre el cordón montañoso llamado Calchaquí; de ahí el nombre de estas tribus: quilmes y calchaquíes.


La enorme montaña que parece sacada de un cuento es una fortaleza de piedra; los corrales y cactus servían para el desarrollo habitual de estas comunidades que criaban animales y sembraban quinoa, maíz y otras plantaciones que servían para alimentar a su gente.


La parte más alta de lo que hoy llamamos ruinas era el lugar elegido para la defensa ante el enemigo. Primero fueron otras tribus y finalmente, los conquistadores españoles, los cuales llegaron hasta aquí y encontraron una fuerte resistencia hasta lograr imponerse.


Las ruinas de Quilmes fueron uno de los asentamientos prehispánicos más importantes de la Argentina y se sabe que la tribu calchaquí las habitó aproximadamente desde el año 800 d.C. hasta el año 1666, cuando cedió ante el avance español. Muchos de los sobrevivientes fueron juzgados por los conquistadores y conducidos hasta el sur de la provincia de Buenos Aires, alojados como prisioneros en la cercanía de la localidad de Quilmes, a la que dieron su nombre.


Hay tríos inseparables. Salta, la belleza de los paisajes y el buen vino son uno de ellos. Por eso, no extraña que la provincia norteña ya tenga, entre sus tantos atractivos turísticos, una Ruta del Vino compuesta por más de veinte bodegas para recorrer con tranquilidad y deleite.


El circuito comienza en la propia capital y recorre Cachí, Molinos, Angastaco, San Carlos y Cafayate, el punto del paseo ubicado más al sur de la provincia y donde se concentra la mayoría de las bodegas. El trayecto incluye, por supuesto, el Valle de Lerma, la quebrada de Escoipe, la Cuesta del Obispo y los Valles Calchaquíes. De este modo los visitantes pueden conocer los lugares en los que se producen vinos de una calidad reconocida internacionalmente y de un notable sabor.


En Salta se produce el famoso y tradicional torrontés, cuya uva es exclusiva de Cafayate, aunque también se hacen riquísimos Cabernet Sauvignon, Malbec, Syrah y Chardonnay. Cada una de las bodegas que se presenta dentro de la ruta demanda casi una hora para poder recorrerla y conocer los secretos del tratamiento y elaboración de los vinos. De este modo, las visitas permiten reconstruir el proceso que va desde las plantaciones y el ingreso de la uva al establecimiento hasta la molienda y el prensado. En varias bodegas, los turistas pueden incluso ser invitados a aplastar la uva en las cubas bajo la atenta mirada de los trabajadores de la bodega.


Por supuesto que en todos los viñedos también hay tiempo para que los visitantes disfruten del ritual más esperado: la degustación del producto terminado, que en muchos casos se exporta al mundo.

Uno de los tantos atractivos de la Ruta del Vino salteña también es poder adentrarse en bodegas que muestran dónde y cómo se realizaba esta actividad en otras épocas, de una forma completamente artesanal. De hecho, varios de los pueblos que los turistas visitan mantienen una arquitectura colonial, lo cual le otorga al paseo un ingrediente adicional. Como si la inmensa belleza de los paisajes salteños y el increíble sabor de sus vinos no alcanzaran para encantar los sentidos.

Cafayate, la cuna del folclore


Festividad folclórica declarada de Interés Nacional por ser una de las muestras culturales más importantes del Norte Argentino. Un cierre del verano a toda tradición.


Convertida en el festival folclórico más importante del noroeste argentino, “Serenata a Cafayate”, recibe anualmente a miles de turistas ansiosos por escuchar las interpretaciones de jóvenes músicos y reconocidos artistas, disfrutar de las danzas tradicionales, y saborear las comidas típicas de la región.


Cafayate es una voz de origen quichua a la que se le asignan distintas etimologías: cajón de agua, gran lago o lago del cacique.


Muy próximo a su actual emplazamiento se encuentran las ruinas de Tolombón, centro de la población diaguita, prehispánica, en el centro del valle de Santa María, a 1.600 m.s.n.m., al pie de la sierra del Cajón. Estas ruinas conforman uno de los descubrimientos más importantes de los que se han realizado hasta hoy en el territorio Argentino.


Las ruinas están compuestas por la ciudad propiamente dicha, un pucará o fortaleza, dos quebradas por las que se llega al pucará -fortificadas por un complicado sistema de parapetos y recintos- y un grupo de viviendas.



Camino a Cafayate

No solo Cafayate es un destino turístico. Es imprescindible recorrer el camino hasta éste.

Desde Salta, la ruta 68 nos lleva a Cafayate. Una camino que resulta un paraíso por sí mismo. El viento se encargó de moldear las montañas a su antojo, como si fuesen hojas.


A mitad de camino desde la ciudad de Salta 

se llega a Alemanía, ubicada a 107 kilómetros de la ciudad capital salteña. Alemanía, como Alemania, pero con acento en la última “í”. 

Vale la pena hacer un alto para observar lo que quedó de aquellos tiempos en que se respiraba oro y ferrocarril. Desde el pequeño pueblo empieza un paraíso visual propio que tiene como protagonistas principales a los valles calchaquíes.


La otra quebrada


La Quebrada del Río Las Conchas comienza a mostrarnos las huellas que dejó el viento, erosionando y dando forma a montañas de colores únicos como si fueran hojas, manipulables, maleables. Vientos inmemoriales las han visitado mucho antes que el hombre.


A medida que el camino comienza a angostarse y a encajonarse, volcándose a un lado y al otro de la quebrada, observamos cómo el hombre ha logrado imponer en la ladera más benigna su forma más simple para comunicarse: un camino, hoy pavimentado. Lo cual no significa que haya sido fácil.


“La Garganta del Diablo” es el primero de los atractivos turísticos que el viento se encargó, y encarga aún hoy, de modelar. Se trata de un verdadero agujero en la pared de una montaña que permite introducirnos en él para contemplar una especie de caverna sin techo. Increíble como el eco que dejan nuestras voces en su interior.


Siguiendo la ruta, aparece “El Anfiteatro”, un lugar bellísimo donde el viento también ha logrado traspasar la piedra formando un sitio único donde desde la primera fila es posible observar la magia de la naturaleza.


Luego, la ruta parece abrirse paso entre las montañas y el Río de las Conchas va ganando caudal a medida que avanzamos. En sus aguas claras que no llegan al metro de profundidad es posible observar a los niños pescar con sus redes y lanzas algunos de los grandes sábalos que pretender subir el río.


El Obelisco” es el próximo accidente geográfico que nos sorprende a nuestro paso. Se trata de una pequeña montaña puntiaguda que tiene una altura no mayor a los cincuenta metros y que llama la atención por su punta erosionada: idéntica a la del mítico obelisco de la ciudad de Buenos Aires, pero con la idiosincrasia particular de este caso, tallada en piedra por la naturaleza.


Un poco más adelante, sobre la mano derecha, es posible observar cómo del otro lado del río se levantan unas enormes construcciones de piedra y terracota que semejan castillos medievales, con sus majestuosas aberturas y vigilantes torres. A sus pies, el río descansa plácido al igual que lo hacían las aguas que de manera circular protegían los alrededores de los castillos.


“El Sapo” es otra de las llamativas figuras naturales que se cruzan en nuestro camino. Se trata de una piedra robusta y grotesca que desde cientos de metros llama la atención de los automovilistas. “Un sapo” es lo primero que se ve, sentado con sus patas hacia delante, con su gran boca y sus ojos desorbitados mirando hacia el cielo.


Kilómetros adelante, las montañas parecen caer estrepitosamente hacia el río, como anunciando un ruido imposible de callar. Allí aparece El Fraile, una formación rocosa que desde lo alto pareciera convocar a misa.


“El Hongo”, no tan llamativa como la figura anterior, muestra cómo el viento y el agua se encargaron de lavar la piedra como si fuera una bocha y cómo su sustento terrenal adoptó la figura de un corto pero resistente tallo, como si se tratara de un jugoso y delicioso champiñón.


Siguiendo la ruta, aparecen “Las Ventanas”, una de las últimas formaciones con las que se encuentra el visitante antes de arribar a la hermosa Cafayate. Permiten ver desde sus aberturas los grandes médanos blancos salpicados por verdes viñedos o el río Colorado corriendo seco a lo largo de su arcilloso y rojizo suelo. El camino ha perdido altura y una larga recta se transforma en un fértil valle al que se ha bautizado como Cafayate.


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