ESTANCIA LA CANDELARIA
La
Candelaria es la más extensa de las estancias jesuíticas y está ubicada en las
Sierras Grandes, al noroeste de la capital cordobesa, en el departamento de
Cruz del Eje, en una planicie ondulada de altura denominada Pampa de San
Luis, en una hondonada entre las sierras Chicas y Grandes, en un sitio llamado
antiguamente Rincón de Ocampis, donde comienza la sierra de este nombre. Por allí pasa el río de la Candelaria que
vierte sus aguas en el lago del Embalse Cruz del Eje.
Su
nombre es un homenaje a la Virgen de las Candelas cuya fiesta se conmemora el
dos de febrero de cada año.
¿Eran
hombres o superhombres? Es la pregunta
que uno se formula con respecto a los jesuitas, después de un viaje de varias
horas en automóvil a través de agrestes caminos serranos que, si bien lo hacen
disfrutar de la belleza del paisaje, también lo anonadan por la imponente
soledad que se aprecia al poder oír silbar al viento sin escuchar ningún otro
ruido que rompa su monotonía.
Aquella
pregunta nos hacemos al querer imaginarnos cómo hicieron para llegar al mismo
corazón de las sierras y levantar uno de los grandes establecimientos
agrícola-ganaderos que la pujanza de la Compañía de Jesús haya instalado en la
provincia de Córdoba, cuya producción se destinaba a abastecer al Colegio
Máximo de la ciudad y a otros centros religiosos.
Los
terrenos de esta estancia fueron donados a los jesuitas, según consta en un
documento del año 1673, por don Francisco Javier de Vera y Mujica, cuyo padre,
el encomendero español don García de Vera y Mujica, los había obtenido por
merced real a comienzos del siglo XVII.
Los
jesuitas se afincaron junto al río Guamanes, ampliando las construcciones
existentes, edificando el casco de la estancia, que resultó un ejemplo notable
de establecimiento rural serrano, productor de ganado mular destinado al
tráfico comercial con el Alto Perú.
Alejada
de todo, con aires de solitaria, constituyó un desafío para los misioneros que
debieron enfrentar las inclemencias de la geografía y del clima, y también a
los malones que solían atacarla.
Esta
situación, exigente de una construcción equilibrada entre fortín y residencia
con santuario, fue la causante de la diferencia arquitectónica con las demás
estancias.
Los
esclavos negros proveyeron la mano de obra para erigir el lugar y todavía se
pueden encontrar las ruinas de sus ranchos, cerca de los corrales,
molinos y
acequias y algo más distantes de la residencia de los sacerdotes y la capilla
destinada al culto religioso.
En
el establecimiento los padres jesuitas aplican su experiencia organizativa:
desarrollan y equipan un gran centro ganadero, especializado en la cría e
invernada de mulares. Mayordomos y encargados atienden sus numerosos puestos y
rodeos donde también se multiplica el ganado vacuno, caballar, ovino y caprino.
En los alrededores del casco, una huerta de frutales, otra de hortalizas y
chacras de maíz y de trigo proveen a sus habitantes. Como en otros
establecimientos de rurales de la compañía, la mano de obra es provista por
esclavos negros, ocupados en las actividades rurales y en cubrir las
necesidades cotidianas de la Estancia.
Luego
de la expulsión de la Compañía, por real disposición de Carlos III, la estancia
fue adquirida el 20 de octubre de 1774 por el teniente coronel don Francisco
Antonio Díaz, a la sazón alcalde de primer voto de la ciudad de Córdoba. Actualmente, lo que queda de ella es de
propiedad particular y es administrada por los padres de la Compañía de San
Ignacio de Loyola.
Aparte
del carácter religioso que le daba la capilla, el casco de la estancia, pegado
a ella, era una verdadera fortaleza pues los sacerdotes temían los ataques de
los indios de la región, que solían ser frecuentes, pues se había forjado una
leyenda en torno a fabulosas riquezas allí guardadas.
Al
poco tiempo de tomar posesión de la propiedad los jesuitas comenzaron las obras
destinadas a levantar una capilla, con su correspondiente sacristía, y algunas
habitaciones contiguas para vivienda. Se
supone que el año 1693 fue el de la construcción, pues esa fecha aparece
grabada a cuchillo en un dintel de algarrobo.
El techo de este conjunto es de paja a dos aguas y los muros están
hechos de piedra irregular o quebrada con intercalaciones de ladrillos,
demostrando todo esto la mayor antigüedad de esta parte. En cambio el frontis de la capilla, las salas
laterales y el claustro en arquerías, pertenecen a un período posterior, en las
construcciones más recientes predomina el ladrillo, y las habitaciones tienen
techos de azotea o de tejas. La parte a
la derecha de la capilla, con un patio cuadrado rodeado de los claustros en
arquería a los que daban las habitaciones de gruesos muros y techos de tejas,
hoy muy deteriorados por el tiempo y el casi completo abandono, semejaba un
fuerte y allí tenían sus habitaciones los sacerdotes.
El
conjunto arquitectónico posee en general un aspecto cerrado, organizado en
torno a un patio central rectangular, uno de cuyos lados es la capilla, a él se
accede por un portón lateral ubicado sobre el atrio. La capilla se destaca por
su altura y fachada encalada; posee una planta rectangular y un retablo de
mampostería. Dos sacristías se ubican a su costado.
Alrededor
del segundo patio se encontraban los talleres de trabajo y los depósitos. Las demás dependencias estaban formadas por
corrales de pircas, las cuadras y la huerta.
Cercano a este conjunto se encontraba el pequeño cementerio que hasta
hoy se conserva. También en los
contrafuertes de la capilla se pueden observar una serie de nichos. Hacia la parte norte se levantaban los
rancheríos habitados por los peones indígenas de la estancia y que en la
actualidad mantienen enhiestas sus paredes de piedra y ladrillos.
Es
evidente que la edificación era muy buena y resistente, como lo demuestran los
gruesos muros de piedra, las pocas aberturas al exterior para ser más
invulnerables, las pesadas puertas de algarrobo reforzadas con enormes trancas
y las torneras que se observan en algunas habitaciones y en la misma
capilla. El altar mayor construido de
mampostería servía perfectamente para esconder rápidamente los ornamentos
religiosos y objetos de valor poniéndolos a salvo de un incendio de la capilla
en caso de ataque de los indios.
Como
tantas iglesias y capillas de aquella época ésta contuvo muchas obras de arte
las que, con el transcurso del tiempo fueron desapareciendo o deteriorándose
por el cada vez más poco cuidado. Entre
lo poco que queda de valor están el magnífico sagrario, la virgen de la
Candelaria, patrona de la estancia, tallada en algarrobo, dos relicarios de
jacarandá y una miniatura del fundador de la Orden, San Ignacio de Loyola,
pintada al óleo y encuadrada en un bello marco, que se encuentra en la
sacristía. También hay otras imágenes,
una central de la virgen de la Candelaria y otras de San José, San Benito y de
la Dolorosa.
Esta
estancia fue declarada Monumento Histórico Nacional por decreto Nº 106.845 del
28 de noviembre de 1941 siendo presidente de la República el Dr. Ramón S.
Castillo, y fue adquirida por el gobierno provincial recién en 1982.
Las
tareas de restauración permiten visitar algunas habitaciones donde se
reconstruyeron los techos, como las del Padre encargado principal y su
ayudante. El patio principal en ruinas y
la ranchería de los esclavos, construida por simple apilamiento de piedras con
techo de paja, aún resisten el avance de la maleza. Completan el complejo los
corrales, el resto del tajamar, molinos y acequias.
Sobre
este paisaje de pampa de altura en el macizo serrano, la Estancia de La
Candelaria conserva rasgos de sus tiempos originarios, del proyecto
evangelizador de sus mentores en la desolación de sus tierras. Todo sumido en una profunda y cautivante
soledad.
La Estancia
Jesuítica La Candelaria integra un complejo histórico-arquitectónico
declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad el 29 de
noviembre de 2000 junto a la Manzana
Jesuítica de Córdoba y las estancias de Santa
Catalina, Jesús María, Caroya y Alta Gracia. Con anterioridad,
la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos con
fecha 25 de octubre de 1941, la había declarado Monumento
Histórico Nacional, y el gobierno de la Córdoba que había adquirido
lo edificado con un terreno de 7 has en 1982, la incluyó entre sus bienes
protegidos por Decreto Nº 69 del 2 de febrero de 2000.
¿Cómo
llegar?
Yendo
por Tanti son aproximadamente 130 kilómetros de la ciudad de Córdoba, pero casi
la mitad del recorrido es camino de tierra y suele deteriorarse por las lluvias
principalmente en verano; además, hay que trepar las sierras, por lo que el
viaje por esta vía implica unas tres horas en automóvil. Otros caminos parten del Valle de Punilla,
desde Molinari y La Falda, pasando por Characato. Si la elección es ir por Traslasierra, hay
que tomar, desde la localidad de La Higuera, el camino hacia Cruz de Caña, se
cruza el río San Guillermo, y se prosigue hasta arribar a La Candelaria. También se puede tomar el llamado Camino del
Medio, que vincula Villa de Soto con la estancia, debiendo traspasarse varias
tranqueras. Horarios: Lunes a domingos de 9:00 a 18:00 hs. La celebración en honor a la Patrona de la
Estancia, Nuestra Señora de la Candelaria, es el día 2 de febrero de cada año.
Fuente
Castello,
Antonio Emilio – Estancia La Candelaria.
Todo
es Historia – Año XI, Nº 127, Diciembre de 1977.
Se
permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario